13 diciembre 2010

Dolores del mundo



Sentimos el dolor, pero no la ausencia de dolor;
sentimos el cuidado, pero no la falta de cuidados; el
temor, pero no la seguridad. Sentimos el deseo y el
anhelo, como sentimos el hambre y la sed: pero
apenas se ven colmados, todo se acabó, como una
vez que se traga el bocado cesa de existir para nuestra
sensación. Todo el tiempo que poseemos estos
tres grandes bienes de la vida, que son salud, juventud
y libertad, no tenemos conciencia de ellos. No
los apreciamos sino después de haberlos perdido,
porque también son bienes negativos. No nos percatamos
de los días felices de nuestra vida pasada
hasta que los han sustituido días de dolor...

A medida
que crecen nuestros goces, nos hacemos más insensibles
a ellos: el hábito ya no es placer. Por eso
mismo crece nuestra facultad de sufrir: todo hábito

suprimido causa una sensación penosa. Las horas
transcurren tanto más veloces cuanto más agradables
son; tanto más lentas cuanto más tristes, porque
no es el goce lo positivo, sino el dolor, y por eso se
deja sentir la presencia de éste.

El aburrimiento nos da la noción del tiempo y la distracción nos la quita.
Esto prueba que nuestra
existencia es tanto más feliz cuanto menos lo sentimos,
de donde se deduce que mejor valdría verse
libre de ella.

No podría imaginarse en absoluto un gran regocijo
interno si no viniese tras una gran miseria, porque
nadie puede alcanzar un estado de júbilo sereno
y duradero; a lo sumo se llega a distraerse, a satisfacer
la vanidad propia. Por eso los poetas se ven obligados
a colocar a sus héroes en situaciones llenas de
ansiedades y tormentos, a fin de poderles librar de
ellos de nuevo. Drama y poesía épica no nos muestran
sino hombres que luchan, que sufren mil suplicios,
y cada novela nos da en espectáculo los
espasmos y las convulsiones del corazón humano.

 

Voltaire, el feliz Voltaire, a pesar de lo favorecido
que fue por la Naturaleza, piensa como yo cuando
dice: “La felicidad no es más que un sueño; sólo el
dolor es real.” Y añade: “Hace ochenta años que lo
experimento. No sé hacer otra cosa más que resignarme
y decir en mi interior que las moscas han nacido
para ser devoradas por las arañas y los hombres
para ser devorados por los pesares.”

La vida de cada hombre, vista de lejos y desde
arriba, en su conjunto y en sus rasgos más salientes,
nos presenta siempre un espectáculo trágico; pero si
se recorre en detalle, tiene el carácter de una comedia.
El modo de vivir, el tormento del día, el incesante
arrumaco del momento, los deseos y los
temores de la semana, las desgracias de cada hora,
bajo el azar que trata siempre de chasquearnos, son
otras tantas escenas de comedia. Pero los anhelos
siempre burlados, los vanos esfuerzos, las esperanzas
que pisotea la suerte implacable, los funestos
errores de la vida entera, con los sufrimientos que se
acumulan y la muerte en el último acto: he aquí la
eterna tragedia. Parece que el destino ha querido
añadir la burla a la desesperación de nuestra existencia,
cuando ha llenado nuestra vida con todos los
infortunios de la tragedia, sin que ni aun siquiera
podamos sostener la dignidad de los personajes trágicos.
Lejos de esto, en el amplio detalle de la vida
representamos inevitablemente el ruin papel de bufones.
 
Fragmento de "El amor, las mujeres y la muerte" de Arthur Schopenhauer

No hay comentarios:

Publicar un comentario