22 octubre 2011

Shintoísmo



La religión marca sin lugar a dudas la tradición de un pueblo. En Japón la primera religión mayoritaria que se adoptó fue el Shintoismo. Shinto puede traducirse por "El camino de los Dioses". Surgido en los albores de la historia japonesa, el shintoismo ha teñido todos los aspectos de la experiencia emotiva del país, condicionando sus respuestas ante la naturaleza, la existencia, la muerte, la vida comunitaria, la organización social, la ideología política, las festividades y la estética.

 A principios de los siglos XVIII y XIX, el Shinto se convirtió en el eje de un movimiento nacionalista, el Movimiento del Aprendizaje Nacional, que pretendía definir las caracteristicas distintivas de la cultura japonesa frente a las de China y Occidente a través de los clásicos y las virtudes shintoístas de la sencillez y la pureza de espíritu.

Si el zen enfatizó las virtudes militares del estoicismo y el desdén por la vida, y proporcionó una técnica para el entrenamiento de la instintividad, el shinto recalcó la lealtad al soberano y el patriotismo.

 Como en el zen, el shinto enfatiza la bondad esencial del alma y la infalibilidad de la conciencia. Los templos shinto en su interior también son muy sencillos: no hay unos objetos de adoración que un simple espejo colgante. Por lo tanto, el acto de adoración se convierte en un llamado a "conocerte a ti mismo". Es obvio que el zen y el shinto son naturalmente compatibles en ciertos aspectos y en ocasiones ambos han estado relacionados institucionalmente y quedado dentro del mismo departamento del gobierno. Podría decirse que en particular el shinto cumplió el papel de una Iglesia establecida.

 


El shinto comprende también un elemento de adoración a los antepasados, a la naturaleza y a la cabeza de la familia nacional, representado por el emperador, considerado la encarnación viviente del Japón. La tierra de Japón (Nippon o Yamato) era también el sitio de reposo de los dioses y los antepasados muertos; y como tal equivalía a una tierra sagrada para la cual ningún sacrificio era demasiado grande. Los escuadrones suicidas y los pilotos Kamikaze de la Segunda Guerra Mundial, aunque para Occidente tal vez parecieran un fenómeno maniático de individualismo, caen directamente dentro de las tradiciones de los Samuráis.

Con una religión estatal de tal naturaleza no es de sorprenderse que los Samuráis, o en los tiempos modernos el ejército japonés, constituyeran la fuerza de combate más formidable, y en particular para la defensa de su territorio amado.


El secreto del éxito económico actual de Japón es indudablemente esa misma lealtad al grupo, ese orgullo y voluntad disciplinada.




20 octubre 2011

Salvaje Ternura

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He soñado que me hacías el amor
a la orilla del mar
y que el ruído de las olas
acompasaba tu movimiento.

Tan dulce sabía la sal
que era agradable de notar
cada vez que lamía tu cuello
ansiando sentirte más.

La suave brisa de la noche
erizaba mi piel a su paso,
ensalzando las sensaciones
a cada roce con la tuya.

Nuestro techo estaba estrellado,
nuestras manos entrelazadas
transmitiendo esa energía
como el agua que fluye.

Las miradas intensas,
la pausa entre latido y latido
que me hacía estremecer
bajo el peso de tu cuerpo.

Al final, esperábamos abrazados
que el sol iluminase los rastros
de este naufragio de pasión
deseando volver a empezar.

Qué placer es soñarte así,
tierno y salvaje,
cercano...dentro.


::Pulsay::




17 octubre 2011

Amor Primero




Tú mi amor primero
Tú mi amor inconcluso.
Tú mi amor traicionero
Tú mi amor iluso.

Tú mi amor peligroso
Tú mi amor tierno
Tú mi amor valeroso
Tú mi amor sin salida.

Tú mi amor intenso
Tú mi amor futil
Tú mi amor sutil
Tú mi amor inocente.
Que no existe más en mi presente
Sólo la sombra vaga de aquel día...

La Mujer De Los Sueños de Nadie

11 octubre 2011

Este Sabor De Lágrimas (37)



Yo digo: estoy cansada de la lluvia,
de la neblina, de la bruma incierta.
Quiero volver al sol y estar contigo
simplemente, en la arena.
Comienzo a odiar el gris, me estorba el humo
y sé que la ceniza es harapienta.
Quiero mares de añil, y no estos ríos
hechos como de lodo y de miseria.
cansada de llevar el duelo
de todas las penumbras, y las nieblas;
quiero un cielo con nubes en retazos
y una noche de estrellas.
Ah, no sentir temor de ser la llama:
no, ni de arder, ni de quemarse en ella.
Toda la vida fue un interrogante
sin eco ni respuesta,
todas las horas fueron lejanías:
hoy quiero ser por fin, una presencia.

Julia Prilutzky