Pesada carga es mi alma con sus frutos maduros; ¿quién querrá venir para satisfacer su hambre y su sed?
¿No habrá alguno de corazón generoso, que lleve tiempo ayunando y reciba mis ofrendas, para poder yo aligerame del peso de mi abundancia?
Mi alma corre con el vino de las edades. ¿No hay algún sediento que venga y beba?
Les contaré de un hombre que estaba parado en un cruce de camino con las manos extendidas hacia los transeúntes, y decía:
¡Tenga piedad de mí! ¡En el nombre de Dios, tomen lo que mis manos ofrecen y consuelen mi alma!
Yo prefiero ser un mendigo que extiende la mano temblorosa para recibir, que tener las manos llenas de dones que nadie quiere aceptar.
(...)
Es duro cargar un fruto maduro en el alma, es pesada la carga de mi alma con su fruto.
¿Quién vendrá a comer y satisfacerse?
El alma mía se desborda con su vino.
¿Quién quiere ahora escanciar su copa, beber y refrescarse del calor del desierto?
Ojalá fuese yo un árbol sin flor y sin fruto, porque el sabor de la abundancia es más amargo que el de la infecundidad.
Y la tristeza del rico de quien nadie quiere tomar es mayor que la del mendigo a quien nadie quiere dar.
"El Jardin del Profeta" Khalil Gibran
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