22 abril 2012
13 abril 2012
Robert Doisneau
Fotógrafo francés, nacido en Gentilly en 1912. Murió en París en 1994.
Recibió la formación de grabador litográfico y tipógrafo en París. En 1950, Doisneau buscaba material para cumplir con un encargo de la revista estadounidense America´s Life, interesada en los enamorados de París. De ahí saldrá la serie Besos y su obra más significativa: El beso. La fotografía muestra de forma misteriosa una pareja besándose frente al ayuntamiento de París.
La foto se convirtió en un icono reconocido en todo el planeta. El trabajo recorría toda Francia y Estados Unidos con gran éxito, y le abriría las puertas en el extranjero. En 1951 expone en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Es un beso que simbolizó una multitud de cosas: el amor, París como ciudad romántica y representó una época de exaltación del sentimiento.
El ojo de Doisneau logró algunas de las más bellas páginas de la historia de la fotografía...
El Beso |
09 abril 2012
Arena y Espuma
Siempre estoy vagando en esta playa
Entre la arena y la espuma.
La marea borrará las huellas de mis pies
y el viento esparcerá la espuma.
Pero el mar y la playa continuarán por siempre jamás.
[...]
Apenas ayer me sentía una partícula
oscilando sin ritmo en la espera de la vida.
Ahora sé que soy la espera, y toda
la vida palpita en rítmicos fragmentos
en mi interior.
Me dicen, en su vigilia:
"Tú y el mundo en el que vives no sois
mas que un grano de arena en la
infinita playa de un mar infinito."
Y yo les digo, en mi sueño:
"Soy el mar infinito, y todas las palabras
no son mas que granos de arena
en mi playa."
Khalil Gibran
06 abril 2012
El Ruego
Señor, Señor, hace ya tiempo, un día
soñé un amor como jamás pudiera
soñarlo nadie, algún amor que fuera
la vida toda, toda la poesía.
Y pasaba el invierno y no venía,
y pasaba también la primavera,
y el verano de nuevo persistía,
y el otoño me hallaba con mi espera.
Señor, Señor; mi espalda está desnuda,
¡haz estallar allí, con mano ruda
el látigo que sangra a los perversos!
Que está la tarde ya sobre mi vida,
y esta pasión ardiente y desmedida
la he perdido, ¡Señor, haciendo versos!
soñé un amor como jamás pudiera
soñarlo nadie, algún amor que fuera
la vida toda, toda la poesía.
Y pasaba el invierno y no venía,
y pasaba también la primavera,
y el verano de nuevo persistía,
y el otoño me hallaba con mi espera.
Señor, Señor; mi espalda está desnuda,
¡haz estallar allí, con mano ruda
el látigo que sangra a los perversos!
Que está la tarde ya sobre mi vida,
y esta pasión ardiente y desmedida
la he perdido, ¡Señor, haciendo versos!
Alfonsina Storni
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